Acuerdo de paz cinco anios de un proceso que dividio la historia de Colombia

En estos cinco años han sido asesinados 293 excombatientes por sus excompañeros o enemigos de la guerra, mientras otros volvieron a las armas. Y en el centro de todas las violencias: el tráfico de drogas.
La paz que aplaudió el mundo, dividió a un país y desarmó a la guerrilla más poderosa de América cumple cinco años. Y aunque la violencia y el narcotráfico siguieron sin las Farc, actualmente Colombia es un país en agitación, pero con menos víctimas.
El acuerdo que fue negociado en Cuba contenía reformas políticas y agrarias -la propiedad de la tierra detonó el conflicto-, fórmulas contra el narcotráfico y la promesa de justicia para cientos de miles de víctimas.
Pero poco más de la mitad de los colombianos lo rechazó en un plebiscito previo a la firma, lo que obligó a ajustar el pacto y hundió al país en la polarización.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -Farc- entregaron finalmente sus fusiles a la ONU, poniendo fin a medio siglo de fallida y cruenta lucha por el poder. Y si bien ahora son una fuerza política intrascendente, la paz le abrió paso a una sociedad más activa en la protesta.
Violencia
El acuerdo no extinguió la violencia, pero ha salvado muchas vidas. Juan Carlos Garzón, investigador de la Fundación Ideas para la Paz, lo ilustra: antes de 2012, cuando comenzaron los diálogos, la tasa anual de homicidios era de 12.000 al año. "Durante el proceso de negociación, de 2013 a 2016, llegó a bajar a 9.000" homicidios, explicó a la AFP.
Aunque el grueso de las Farc decidió abandonar las armas, quedaron activas disidencias y la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional -Eln- volvió a la ofensiva después de un intento fallido de paz.
El narcotráfico también tiene sus propios ejércitos. Todas las fuerzas ilegales suman unos 10.000 combatientes, según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz. El "vacío de poder y regulación fue copado por otros actores", explica Garzón, y añade otro factor: la incapacidad del Estado de "ofrecer garantías de protección" a la población.
En estos cinco años han sido asesinados 293 excombatientes por sus excompañeros o enemigos de la guerra, mientras otros volvieron a las armas. Y en el centro de todas las violencias: el tráfico de drogas.
El acuerdo -que promovía la sustitución voluntaria de cultivos ilegales- no le hizo mella al negocio: Colombia sigue produciendo y exportando cocaína en cifras récord.
Víctimas
Las víctimas están en el centro del acuerdo. Son más de nueve millones entre muertos, heridos, desaparecidos y desplazados.
Las Farc aceptaron la Jurisdicción Especial para la Paz -JEP-, que también le abrió la puerta a los paramilitares y agentes del Estado implicados en graves violaciones de derechos humanos. A cambio de que confiesen sus crímenes, reparen a las víctimas y no reincidan, podrán eludir la cárcel.
Los jueces preparan sus primeras sentencias contra el antiguo mando rebelde por más de 21.000 secuestros, mientras los militares deberán responder por el asesinato de 6.400 civiles presentados como guerrilleros caídos en combate entre 2002 y 2008.
"Estamos cumpliendo, porque estamos compareciendo ante la JEP (...) pero fue una guerra de más de 50 años y para resolverla en uno o dos o tres no va a ser posible", afirma la exguerrillera y senadora Sandra Ramírez.
Sociedad
El partido Comunes de los exguerrilleros fue castigado en las urnas y la derecha que más oposición le hizo al pacto alcanzó la presidencia con Iván Duque, quien intentó en vano modificar lo acordado.
Los ex-Farc, que acusan a Duque de torpedear el convenio y de promover la paz solo ante "los micrófonos", tienen una mínima representación en el Congreso por cuenta de la negociación.
Y en medio avanza un movimiento de protesta que encabezan jóvenes que apenas supieron de la guerra interna. En los últimos dos años millones se han volcado a las calles, a pesar de la represión policial.
"Fue tanto el cambio, que silenciar los fusiles permitió ver a la sociedad colombiana el estruendoso ruido de la corrupción, la enorme desigualdad que tenemos", concluyó la senadora Ramírez.